MI MADRE ES ALTA

– ¿Cómo es tu madre?

– Es alta.

– ¿En qué trabaja?

– Es médico.

– Pero, ¿es médico de los ojos, de los pies, del estómago…?

– Es médico del cuerpo.

– Y tu padre, ¿cómo es?

– Es alto también.

– ¿En qué trabaja él?

– Tiene reuniones, pero si no tiene un día, me lleva al cole. Si mi madre no tiene trabajo un día, me lleva ella.

– ¿Te gusta que te lleven ellos al cole?

– Los dos al mismo tiempo no pueden, pero me gusta que me lleve mi madre o mi padre.

 

El mundo de la primera infancia se caracteriza por la focalización en los padres, ellos son el centro de la vida de un niño y así lo hacen saber los pequeños: son altos porque son importantes para el niño, son la mejor compañía, son los más buenos, son la referencia más clara y que aporta mayor seguridad. Cuando todo esto no es así, algo está sucediendo en el universo del niño.

Los padres no son los colegas, las figuras paterna y materna han de ser entendidas por el niño como las personas de confianza y seguridad sobre las que cimentar su mundo complejo. También los padres ponen las normas y los límites. Un entorno normativo no es un entorno coercitivo: transmitir las normas con seguridad pero con afecto, es la manera de que el niño entienda progresivamente qué conducta se espera de él.  Llevar al niño al terreno del adulto es necesario para que se cumpla lo que quiere este último, la fórmula puede ser el juego, el afecto, acercarse al niño hablando su lenguaje y hacerle ver que eso que quiero de él es bueno.

Somos coercitivos cuando imponemos una norma desde la autoridad que nos confiere ser padres. Por otro lado, el «exceso de democracia» con los niños los confunde porque ellos aún no tienen el criterio para tomar decisiones y dejarlas en sus manos, les hace sentir inseguridad hacia ellos mismos y ante sus padres que no determinan qué es necesario hacer.

En nuestro Centro de psicólogos en Zaragoza trabajamos con frecuencia conductas de los niños que, sin ser especialmente problemáticas, sí hacen dudar a los padres sobre cómo actuar para hacerlo bien. Tener una comunicación fluida con el niño, dar seguridad y confianza es fundamental para que en el universo del niño los padres sean figuras centrales. Por contra, la falta de diálogo, el cambio normativo o abuso de normas absurdas, trasmitir al niño el estrés del adulto…, hacen sentir ansiedad al niño y que su comportamiento no sea el deseado. La mayor parte de los problemas conductuales son el resultado de una mala gestión de la relación que el adulto tiene con el niño.

 

Mar Extremera Sánchez

PSICÓLOGA

 

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